Que Bien Vives....

Hoy, uno de mis amigos y compis de aventuras por este lugar llamado Edimburgo, me ha  pasado un enlace de un post en un blog con las siguientes palabras con las que me siento totalmente identificada.

(Las copio y pego y luego pongo la fuente)

“¡Qué bien vives!” es algo que vengo escuchando durante mucho tiempo (años y años) y, para ser sincera, la verdad es que no vivo nada mal. No me puedo quejar. Aunque también debo explicar que vivo a miles de kilómetros de mi gente, en una ciudad que apenas conozco, donde me resulta difícil hacer amigos que no sean “temporales”, donde a veces no entiendo ni los titulares de las noticias porque aparecen en una lengua que pensaba que dominaba pero de la que aún me queda mucho por aprender, donde no puedo dormir porque no existen las persianas, donde no sé ni en qué lugar puedo enviar una postal de felicitación navideña, comprarme una tarjeta telefónica nueva o llamar a un fontanero porque se me han congelado las tuberías de casa. Y, además de todo eso y mucho más que muchos de vosotros sabéis, me tengo que gastar mis ahorros y mis días de vacaciones para volver a mi tierra natal, para pasar unos días en casa, con los “míos”. Pero, a pesar de esto, sí, creo que vivo bien, como algunos dicen.
Sin ir más lejos, esta mañana estaba leyendo un blog – con el que me he sentido muy identificada – que mencionaba eso mismo: el hecho de que muchos de nuestros amigos, familiares o conocidos, enseguida nos dicen que vivimos muy bien cuando “intuyen” nuestro estilo de vida o escuchan algunas de nuestras aventuras por aquí o por allá. Este verano incluso alguien me preguntó irónicamente que dónde tenía que firmar para tener mi estilo de vida. Mi respuesta fue clara: “¿Dónde? A más de 10.000 km de aquí.”
Los que vivimos fuera, volvemos a casa emocionados, ilusionados, entusiasmados por ver a todo el mundo, por escuchar las historias de nuestra gente, por asegurarnos que todo sigue igual – igual de bien o igual de mal, pero no peor – y porque tenemos unas ganas infinitas de compartir nuestras experiencias y de hacer que otros disfruten de nuestra ilusión a través de nuestras palabras… Contamos nuestras andanzas y aventuras (algunas) con una sonrisa en la boca y con una luz genuína en los ojos, porque en el fondo esperamos impregnar a quien nos escucha de esa alegría por vivir y descubrir lugares y personas maravillosas que se cruzan en nuestro camino. Contamos muchas historias e historietas, por lo general positivas, que dan lugar a ese “¡Qué bien vives!” que tan poco me gusta.
En mi caso, me he dado cuenta de que ya no cuento lo malo. Por eso, probablemente, vivo tan bien; porque me quejo lo justo. Siempre hay experiencias malas, por supuesto, o experiencias más difíciles o más duras, pero ¿para qué contarlas al regresar a casa? Total… ya las hemos pasado y no sirve de nada seguir dándoles vueltas o contarlas, porque las sensaciones que tuvimos en esas ocasiones ya se han esfumado.
Los que nos vamos aprendemos a superar esas situaciones nosotros solitos, sin ayuda de nadie, algo que nos hace mucho más fuertes y, está claro, mucho más positivos. No contamos lo solos que nos encontramos en innumerables ocasiones, la envidia – siempre buena – que nos da no poder asistir a celebraciones familiares, cumpleaños, cenas con amigos, o la pena indescriptible que nos llena por dentro cuando un ser querido se va y no nos hemos podido ni despedir de él por estar tan lejos. Y esa despedida, nuevamente, se hace en la más pura soledad, delante de un papel, donde plasmamos nuestros más sinceros pensamientos, y donde escribimos con tinta aguada todas esas palabras que no pudimos decir a ese ser querido antes de que se fuera. En esos momentos nos replanteamos si vivimos tan bien como otros piensan o si, quizás, en el fondo, es una simple fachada…
Sin embargo, me reitero en mi afirmación de que vivo bien, muy bien, porque tengo una mente positiva y tengo bien presentes los pros del estilo de vida que he elegido vivir. Ahora mismo tengo un trabajo que me encanta, unos “amigos temporales” que adoro y unas maravillosas vacaciones que me permiten viajar y conocer mundo. Sin embargo, para llegar aquí, no todo ha sido un camino de rosas y he tenido – y tendré – que lidiar con muchas situaciones de soledad, que muchos de vosotros seguro entendéis.
Pero no creo que viva mejor que los que se quedan en casa, en su tierra natal. Aquellos que se quedan conocen ya el lugar en el que viven, hablan su lengua nativa, tienen amigos y familiares cerca, tienen gente con la que compartir buenas noticias, y gente a la que abrazar cuando esas noticias son algo peores, gente con la que reír y llorar al mismo tiempo. Saben a dónde ir o a quién recurrir en la mayoría de las situaciones difíciles con las que se enfrentan, lo cual, desde mi punto de vista, hace que todo sea un pelín menos complicado.
Todo depende de perspectivas, todos podemos vivir bien o vivir no tan bien, solo depende de cómo lo miremos. A veces me gustaría que todas esas personas que me dicen que vivo muy bien se metieran en mi piel (en la piel de muchos que estamos lejos) durante unos meses y vieran en qué consiste el “vivir bien”. Por lo pronto, consiste en apreciar los pequeños momentos, en agradecer que alguien te dedique un ratito de su preciado tiempo, en buscar el lado positivo de las cosas, en relativizar los problemas, en intentar sacar el mayor provecho de cada situación, de cada lugar, de cada persona.
Todos podemos vivir muy bien, pero solo algunos lo consiguen.


https://lifeisthegreatestjourney.wordpress.com/2015/07/16/que-bien-vives/

Comentarios

Entradas populares